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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cuento: Felicia…

Felicia es una niña de 10 años de edad, introvertida, tímida. Vive en el barrio La Toscana desde que nació, allí siempre se respira un aire fresco, las mañanas, tardes y noches son como un sueño para sus habitantes. Tiene como vecinos a Fermín, Rolando y Damián. Damián es huérfano tanto de padre como de madre, por lo que vive con su tía y su primo Rolando. Rolando vive en la casa de junto a la de Felicia y sus patios se dividen por una cerca muy baja, desde la que se puede ver lo ocurrido con solo asomarse ahí.

Al otro lado de la casa de Felicia, vive Fermín, cuyo patio se encuentra en las mismas condiciones que el de Rolando y Felicia. Estos cuatro jóvenes tienen la misma edad y van a la misma escuela y se encuentran en el mismo grado académico, sin embargo ninguno de ellos se relaciona con Felicia, o más bien, ella no se relaciona con ellos.

Felicia vive en un mundo de fantasías, de sueños, vive su propia película en la cabeza, tiene diversos rodajes al día y siempre tiene un tema distinto, pero todos comparten un elemento, en sus sueños ella siempre fallece, ya sea por una u otra razón, pero siempre muere.  Sobre esto no comenta nada, no tiene una buena comunicación con sus padres, es la tercera de 5 hermanos y no tienen tiempo para ella, la consideran rara y no se entrometen en sus asuntos,  a no ser de que sea un tema muy importante
.
Rolando y Damián por ser primos, mantienen una buena amistad, creen que solo se tienen el uno al otro, que son los únicos que pueden entenderse y que no necesitan de más nadie para vivir, su contacto con el mundo exterior parece ser Fermín, pues al vivir en el mismo barrio han hecho algo parecido a una amistad.

Para Fermín relacionarse con la gente no es problema, es el típico niño popular en su salón, pero que aparenta ser amable y chistoso, cuando en su interior no pretende serlo, es raro que a tan corta edad tenga este tipo de sentimientos, pero no se puede pedir otra reacción de un niño que atraviesa por la declaración de su padre acerca de su homosexualidad, con apenas 10 años de edad, Fermín ya conoce el significado de esa palabra, entiende que su padre pretende ser mujer y que su familia, la maravillosa familia que le crearon, no existe, nunca existió, el vive sumido en la tristeza.

Al transcurrir su adolescencia, con los problemas de esa edad, entre barros, vello púbico y deseo sexual, estos tres muchachos, vivían en la contemplación de Felicia, quien sin duda alguna la pubertad solo le había traído cosas mejores a ese tipo de problemas, gozaba entonces de una calidez en la mirada que parecía consolar y alegrar a quien osaba mirarla, su piel suave como la seda totalmente natural, figura esbelta, no parecía una mujer de verdad, pues a sus 16 años tenía todo lo que una de 20 posee, donde pasaba era una estatua que se quedaba en el lugar y en la mente de quien la miraba, era como si involuntariamente todos detuvieran el tiempo para verla y así ella ya fuera a kilómetros de distancia su recuerdo permanecía siempre ahí donde interrumpían el paso absoluto del tiempo.

Felicia se convirtió sin duda en una gran mujer, y ella lo sabía. Paso de ser esa niña callada y siempre oculta a ser un rayo de luz que iluminaba el sendero, que no se puede palpar que solo se puede ver, sentir y dejarse guiar. Rolando era quien más admiraba su belleza, tal vez era por ser eso, bella, o tal vez era porque la envidiaba, envidiaba su fortaleza de ser quien era, la miraba no como una novia en potencia, su mirada hacia ella era de intriga de saber quién era esa mujer que se pavoneaba por el mundo sin dar razón de lo que era, que no le importaba el transcurrir de los días porque siempre estaba intacta, tal cual como la había dejado el día anterior, era una rara belleza, que inquietaba a cualquiera.   
Fermín por su parte era el más apuesto de los tres, tenía a la mujer que quisiera, era muy maduro para su edad, sin embargo algo lo desestabilizaba, Felicia, aquella mujercita que fue creciendo ante sus ojos y que espanta su galanteo cada vez que le da la gana, esa niña que odiaba con todo su ser por su desprecio.

Damián no sentía ni amor ni odio por ella, solo miraba lo tonto que estos dos eran al perseguirla, sabía que Felicia ocultaba algo, porque sus ojos le decían, que detrás de esa calidez se escondía una duda que perturbaba y no la dejaba vivir en paz. Efectivamente Felicia siempre se pregunto la razón de sus sueños, el porqué de sus fantasías, no era tan raro tenerla, sino el porqué tener el mismo final, morir.
En un día, tan normal y tan bello en la toscana, Felicia decidió ir en busca de una respuesta, Damián y Rolando le sugirieron ir a un bar donde encontrarían a una mujer que respondía o podía responder a esa pregunta, cuando llegaron, una riña entre borrachos acaba de empezar y para acabarla, el barman saco su escopeta y disparó no se sabe como pero el proyectil dio a parar a Felicia, su sueño mas oculto se cumplió de una manera antes soñada ella encontró su fin, ya no podía despertar, ya no podía cambiar la película ella estaba muerta.       

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